Hace ya varios días que he dejado de
pensar en el color de las mariposas, hace varias horas que las nubes han dejado
de volar, hace varios minutos que las miradas han dejado de buscarse; pues todo
se detiene, cuando estoy contigo. Y fue en lo más alto de la más alta torre
donde decidí escribirte esta carta. Aunque yo esté tan arriba y tú tan abajo,
siempre habrá una princesa cerca para que nos preste su cabello y así subir y
bajar cuantas veces queramos. Todo es cuestión de imaginar. Yo veo veo tantas
cosas que no me caben en la cabeza. Tan solo vislumbro ideas y maravillas.
Tengo un baúl repleto de fantasía, espero que vengas a abrirlo conmigo. Me
gustaría viajar contigo a mil lugares: recorrer Francia en bicicleta y pintar
un “te quiero” en cada calle de cada pueblo de cada vieja comarca. Je t’aime. Quiero que me traduzcas y que
no te pierdas de camino a casa. Juegas
todos los días con la luz del universo y ese pequeño parpadear del cielo es
el reflejo de tus ojos. Giras la luna como yo la quiero, tan frágil, tan
esbelta. La mueves como por arte de magia, con esos pequeños hilos que nadie es
capaz de ver. Pero yo los veo, igual que a su dueño, que son sus manos, mis
caricias y más alto, mis besos. En el fondo, mi vida entera es un poema
cubierto con una melodía que nadie escucha. Solo tu voz la hace callar. La
métrica son risas, el tema un ir y venir de momentos y la estructura toda en
ella es bimembre: tú y yo. A partir de ahora te regalaré casi un ocho recaído,
pues tú ya me lo has dado todo por estar conmigo.